Autodefensa y venganza

Una vez que la reina Esther hubo recibido el apoyo de Ajashverosh, para ella y para su pueblo, se enfrentó a un problema: no había forma de cancelar la carta firmada con el sello del rey que Hamán había enviado, y no había manera de derogar la orden de matar judíos. Ante esta situación, Mordejai y Esther enviaron una carta adicional, también firmada con el sello del rey, en la que daban permiso a los judíos para defenderse de sus enemigos y actuar como quisieran con ellos. En esta carta se utilizaba el mismo lenguaje que en la carta enviada por Hamán: «matar, destruir y aniquilar». La carta afirmaba que el objetivo de esa matanza era defender a los judíos contra todas las hordas armadas de personas o provincias que los amenacen. Paralelamente, la meguilá también menciona un objetivo adicional: cobrar venganza de sus enemigos. Podemos ver que la meguilá adopta una posición dual con respecto a la matanza perpetrada por los judíos, describiéndola como un acto tanto de defensa como de venganza.

Cuando llegó el día que Hamán había estipulado para la destrucción de los judíos, éstos se levantaron para defenderse y mataron a sus enemigos. La meguilá afirma que los judíos mataron a setenta y cinco mil personas en todo el imperio. Más aun, Esther pidió y recibió un día más de permiso para que los judíos de la ciudad de Shushán mataran. Junto a estas descripciones, que podrían entenderse como actos de venganza que traspasan los límites del comportamiento ético, la meguilá repite y subraya tres veces que los judíos no se apoderaron de ningún botín ni realizaron ningún saqueo, a pesar de que tenían permiso para hacerlo. Además, el lenguaje de la autorización que les dio Ahashverosh los habilitaba también a matar a niños pequeños y mujeres. Sin embargo, la meguilá refiere que los judíos mataron a sus enemigos (אויביהם), lenguaje que indica que mataron sólo a aquellos que eran realmente sus enemigos. Mediante el uso de este lenguaje, la meguilá puede estar insinuándonos que esta matanza no se llevó a cabo como venganza o, Dios no lo quiera, con algún sentido de disfrute.

Hoy en día, al leer estos versículos a la luz de las normas éticas de la cultura y la época en que vivimos, podemos tener ciertas reservas, sentir recelo o rechazo ante esta descripción, ya que no coincide con la condena cultural actual a los actos de venganza y violencia a los que estamos acostumbrados. Sin embargo, los actos de venganza no siempre se han considerado antiéticos en todas las épocas y culturas. La idea de venganza se basa en una comprensión de la justicia, cuando la venganza se lleva a cabo contra un mal que se ha causado a una víctima. Sin embargo, en la ética y el derecho de nuestro tiempo, existe un amplio acuerdo en que, puesto que tales acciones se llevan a cabo fuera de los límites de la ley y el sistema judicial, contienen un elemento de peligro que puede conducir a una reacción en cadena de actos de venganza y disturbios sociales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo grupos de vengadores judíos, como el Grupo Nakam, dirigido por Abba Kovner (1918-1987, poeta y líder de los partisanos en el gueto de Vilna), que pretendían vengarse de los nazis. Entre otras cosas, planearon envenenamientos masivos de alemanes y se propusieron matar a criminales nazis. La mayoría de esas acciones nunca se llevaron a cabo y, en aquella época, también había muchos supervivientes del Holocausto y familiares de asesinados que se oponían a los actos de venganza contra los nazis. Situaciones como el deseo de venganza de los sobrevivientes del Holocausto nos plantean desafiantes cuestionamientos éticos que quizá no podamos juzgar o responder desde nuestra propia perspectiva.